El Capitalismo Quo Vadis


Para los abanderados del liberalismo económico y capitalismo liberal a secas, el debate sobre la desigualdad en América Latina y otras regiones menos adelantadas del mundo, presenta un serio reto académico y político.


La crisis del coronavirus, con la todavía no finalizada crisis de la pandemia del COVID-19, por la OMS, junto con la guerra incabada Rusia contra Ucrania y el conflicto bélico entre Israel y Hamas, aún, en pleno desarrollo que aparentemente será un conflicto de larga duración por lo menos 6 meses más, según autoridades militares israelíes, que tiene más de 60 días, son en efecto, los nubarrones que enfrenta la economía mundial junto con la aparente debilidad de la economía china dado factores demográficos y la crisis inmobiliaria, no resuelta del todo, abren una oportunidad para un debate sobre el futuro del capitalismo y las líneas de política económica a seguir en el porvenir, sus perspectivas, desde diferentes ángulos, como la ciencia política, a partir de una visión intertransdisciplinaria, debido a que nos provee de insumos que nos permiten realizar un acercamiento interesante en forma preliminar desde la historia que nos da la memoria de los acontecimientos tanto domésticos como universales, desde el plano filosófico, estudia al hombre y a la sociedad, desde los principios rectores que moldearon ambos sujetos, en el plano jurídico, por la implementación que tiene que hacerse de normas, leyes que tengan cánones de seguridad hacia el futuro dos sectores claves en el futuro del desarrollo y fortalecimiento de lo que se denomina el desarrollo de la economía política de este modo de producción y de los sectores que tendrán que tener más inversión tanto en investigación como en desarrollo y políticas públicas que fortalezcan la modernización del modo como tal y en particular en el sector salud y a los gastos sociales en forma general: el farmacéutico y sanitario, no solamente a Venezuela, donde está en situación precaria sino a nivel de Europa y América en general.

Pues bien, para algunos especialistas, como la politóloga Alicia González el año 2024 será signado por cuatro D: desaceleración, desinflación, deuda y desglobalización. Pues, bien, incertidumbre y complejidad nos presenta el año que recién comienza. Sin embargo, la economía estadounidense que es el epicentro del capitalismo, muestra datos interesantes entrando al año 2024, con signos aparentemente positivos: el aterrizaje suave de la economía estadounidense, con la inflación domeñada ha bajado al 3.1% en el año 2023 del 6.5% del año 2022, un consumo que no decae y un mercado laboral muy resistente, consumo en alza, entre otros factores que muestran la solidez del capitalismo de ese país con gran influencia al resto del mundo.

En el plano gerencial comprensión y estudio más diferenciado y especializado del estado contemporáneo y en el plano político compuesto por el estudio teórico y el análisis práctico, de la forma en la comprensión y manejo de los problemas de implementación de las políticas y estimo, que estamos entrando en un cambio de época. La literatura y lo expertos, van en esa dirección de la transdisciplinariedad de los complejos problemas de nuestro tiempo y la visión amplia que hay que tener para analizarlos hoy en día, sobre todo, los problemas de la naturaleza, sanitarios, la ética y la moral en la biotecnología, de la redistribución, desigualdad y crecimiento económico en el seno del capitalismo contemporáneo, que son problemas políticos concretos del día de hoy y que están en pleno debate más profundo hoy en día. Aparentemente entramos a un cambio en el modo de crecimiento del capitalismo de este siglo XXI, casi ingresando a la tercera década.

En efecto, algunos políticos a lo largo de la historia han enfatizado lo importante de comprender los fenómenos económicos y algunos economistas así también, comprender al hecho político, porque ambos se nutren de los mismos vasos comunicantes por ser ambas ciencias sociales. Al convertir el comportamiento de los políticos en una variable endógena, la economía política debe llevar a entender las particularidades de los fenómenos económicos ( grado e influencia de las empresas, desigualdad, precios, valor, inflación, intercambio comercial, déficit fiscal, ventajas competitivas y comparativas y los factores políticos (liderazgo político, partidos políticos, ordenamiento constitucional, grupos de presión y el entorno internacional) que interactúan en una economía capitalista.

El índice de Libertad Económica en el Mundo y añadiría yo, pasa por evaluar un sistema económico más capitalista liberal o de capitalismo de estado más solidario y fraterno. En ese sentido, siguiendo al académico Juan Carlos Hidalgo, diseñado originalmente por un grupo de economistas liderado por Milton Friedman y publicado anualmente por el Fraser Institute de Canadá, identifica cinco grandes áreas que determinan a mi modo de ver no sólo la libertad económica de un país, sino del grado o no cuanto capitalista es: 1) tamaño del Estado, 2) sistema jurídico y derechos de propiedad, 3) solidez de la política monetaria, 4) libertad de comercio internacional y 5) regulaciones de los mercados crediticio, laboral y comercial.

Según el estudio del Frase Institute, en su última versión, todos los países nórdicos, excepto uno, ocupan posiciones entre las 40 economías más libres del planeta: Finlandia (7), Dinamarca (14), Suecia (29) y Noruega (31). La excepción es Islandia, en el lugar 41. En contraposición, solo dos naciones latinoamericanas están entre las 40 más abiertas y capitalistas del mundo: Chile (11) y Perú (22). Otros países como Colombia y Brasil ocupan un lugar destacado, pero, más abajo.

Para los abanderados del liberalismo económico y capitalismo liberal a secas, el debate sobre la desigualdad en América Latina y otras regiones menos adelantadas del mundo, presenta un serio reto académico y político: nuestro énfasis siempre ha sido el combate a la pobreza, no el de la lucha por sociedades materialmente igualitarias, lo cual es imposible. Siempre y cuando la gente salga de la miseria y prospere, no debería importarnos que otros aumenten sus fortunas. Es más, el mismo concepto de “distribución de la riqueza” nos resulta problemático, ya que da a entender que esta es una constante que simplemente hay que repartir, no generar.

Ahora bien, qué tipo de capitalismo hay de acuerdo a las reflexiones del Foro de Davos tenemos tres: el de accionistas, para el cual el principal objetivo de las empresas es la maximización del beneficio; el capitalismo de Estado incentivador y promotor, diría yo una reformulación del rol del estado , un estado subsidiario, que confía en el sector público para manejar la dirección de la economía, y el stakeholder capitalism, o capitalismo de las partes interesadas, en el que las empresas son las administradoras de la sociedad, y para ello deben cumplir una serie de condiciones como pagar un porcentaje justo y equitativo de impuestos, tolerancia cero frente a la corrupción, respeto a los derechos humanos en su cadena de suministros globales o defensa de la competencia en igualdad de condiciones, también cuando operan dentro de la “economía de plataformas”. Este debe ser el futuro que se desarrolle el capitalismo a mediano y largo plazo.

Por ello, contar con un sólido, robusto y con armazón de ideas puede ayudarnos a una mejor comprensión de ambas realidades, porque esto nos da una visión del entorno. Por ello el debate epistemológico de los últimos 30 años ha girado en torno a una serie de premisas le han abierto otros canales para la ruta de navegación. Por ello, analizar el capitalismo, el juego de poder a su interior es fundamental en el siglo XXI, como lo llamó Peter Drucker el postcapitalismo (podría ser una avanzada economía de servicios, se calcula que a inicios de la década del 30 el comercio de servicios será de casi el 80% de la economía mundial impulsado por la digitalización y el desarrollo de la TI’c) es clave por ello, estudiar sus modos de crecimiento a los largo de la historia (cambios institucionales de carácter sistémico), contar con instrumentos analíticos flexibles y ecléticos, en su modo de abordaje, porque tenemos economías capitalistas con características tan contrastantes como China y EE UU, o los países nórdicos, sin embargo, tienen el tronco común de apoyar a la inversión y tecnología privada, al mercado y su fomento entre otros factores, que estimulan mayoritariamente el desarrollo de economías capitalistas hoy en día y, las consecuencias de esta pandemia, repercutirán en su desarrollo.

En efecto, los servicios, en el capitalismo contemporáneo, son casi el 70% del PIB de las economías capitalistas de hoy en día (Estados Unidos es el mayor exportador de servicios modernos y sofisticados). Cuáles son los principales servicios, primero están los gubernamentales, englobando en ellos los de salud, educación, seguridad interior y exterior, administración de justicia, financieros estatales, de comercio exterior, política exterior, entre otros. Otros, que debemos considerar son los informáticos y telemáticos en diferentes áreas, de comunicación, transporte de personas y bienes, sean estos aéreos, marítimos y terrestres, banca y seguros, consultoría e ingeniería, entretenimiento y esparcimiento, turismo, entre otros. Esto se está dando gracias a tres revoluciones simultáneas y de efecto a mediano y largo plazo: cambios en la productividad, en la tecnología y en la administración de las organizaciones que son el soporte fundamental de la fortaleza del capitalismo a nivel global, a pesar de vivir un intervalo de reacomodo en estos momentos.

Este fenómeno se da hoy con mayor intensidad porque es propio de la evolución del sistema capitalista postindustrial, debido a los increíbles cambios científico-tecnológicos en todos los campos y además, por la evolución de las modificaciones en la tecnología de la información. Las comunicaciones se han vuelto instantáneas, el concepto de espacio y tiempo se ha reducido. Con cada revolución tecnológica y en particular la de los últimos 50 años, se ha producido no solo una reorganización de estructura productiva, sino también, de las instituciones gubernamentales, de la sociedad, aunado un mundo más articulado e interdependiente que es lo que conocemos como globalización.

En tal sentido, el valor de los productos simbólicos, la producción localizada en diferentes áreas, con una integración horizontal de las diferentes organizaciones multinacionales y complejos estatales y no estatales y empresariales, plantean un sistema internacional con diferencias sustanciales y se entrelaza con proceso anteriores que son similares, pero diferentes son ellos: la internalización y la transnacionalización. Esta es la esencia del nuevo capitalismo que cimenta sus primeros pilares y que avanzará más profundamente en los próximos años. Induce a pensar en una necesaria reestructuración del papel y la dimensión del Estado, así como en la construcción de nuevas instituciones capaces de revitalizar la inversión y potenciar la acumulación de capacidades tecnológicas internas. Los recursos disponibles son claramente insuficientes, por lo que se necesita forjar un nuevo acuerdo social que propicie reformas en los planos fiscal e impositivo que permitan contar con financiamiento a largo plazo para garantizar un crecimiento económico equitativo y con mayor inclusión social. Un elemento central de todo este proceso es que el nuevo acuerdo social debe orientarse hacia mejorar la gobernabilidad democrática y reducir la brecha entre el segmento moderno y el segmento que ha quedado rezagado, que se caracteriza por la pobreza extrema y la exclusión social. Reducir ese dualismo estructural.

Esto nos lleva a reiterar al tema fundamental del papel del Estado en la economía y la necesidad de nuevos modelos de cooperación entre los sectores público y privado en ese capitalismo que poco a poco toma cuerpo y forma para los próximo años, que sean capaces de reducir la brecha de desigualdad que se ha abierto en la sociedad y abordar el estancamiento de la productividad —que ha perjudicado gravemente la competitividad de los mercados mundiales—, a la vez que promueven la transformación a largo plazo de la estructura productiva. Esto resalta con claridad el papel del Estado que crea nuevas instituciones, expande el gasto en programas de investigación y desarrollo, financia la innovación y apoya el desarrollo de capacidades tecnológicas nacionales en pymes, a la vez que aplica políticas dirigidas a reducir la pobreza y la exclusión social. Veremos.

Artículo disponible en El Universal.