No son buenas perspectivas las que se avizoran para lo que queda del gobierno Petro. Y no lo son, mientras gobiernistas y opositores persistan en no darse cuenta de que por andar combatiendo los molinos de viento del capitalismo despiadado (unos) y el comunismo internacional (los otros), los líderes locales y regionales, empresarios, estudiantes y comunidades están tomando por otro camino que no es el mismo que ellos controlan. “Nosotros sacamos el país adelante, con o sin el Gobierno Nacional”, están comenzando a decir candidatos a alcaldías y gobernaciones. Por la misma vía van los empresarios. Y mientras los campesinos claman por vías para el Llano, el gobierno habla de construir una ¡¡gran red férrea!!
Es la ceguera en que ha caído ese país político (y algunos medios) que está atascado en las discusiones estériles sobre lo que dijo o quiso decir Petro o Uribe en este o aquel discurso; o el mensaje que quiso enviar con este o aquel nombramiento; o el tipo de enfermedad que le impide a uno cumplir con su agenda y al otro el problema jurídico que no lo deja hacer oposición. No entienden que en los territorios hay un país real que está siendo devastado por una lucha cruenta por el control territorial entre actores armados ilegales, cuyas acciones, cuando no están reclutando a los niños y las niñas para sus ejércitos, están en enfrentamientos que tienen confinadas a las poblaciones, desplazadas en magnitudes que todavía no podemos medir.
No se han dado cuenta de que la sociedad colombiana está bloqueada. Que ante la situación, cada quien organizó su propio lobby con el que, como diría Castoriadis, es “capaz de obstaculizar eficazmente toda política contraria a sus intereses reales o imaginarios; pero ninguno de ellos tiene una política general; y aunque tuvieran una, carecerían de capacidad para imponerla”.
Para el Gobierno y la oposición la situación no podría ser peor. En un contexto de mayor conciencia política, ideológica, participación y movilización social, el régimen presidencial ha perdido peso y consistencia. Basta ver la manera como se ha rediseñado la página web de la Casa de Nariño para entender que hay más Presidente que Presidencia. Que todo es un culto a lo que hace o dice Gustavo Petro. No hay institucionalidad que lo controle o lo regule. Y, lo peor, el jerarquismo de poder de varios de sus funcionarios ha copado de tal manera las entidades nacionales que los procesos de toma de decisión están privatizados y lejos de cualquier escrutinio público.
La fiereza con la que el Presidente se refiere a sus opositores y estos sobre aquel, o la manera como los ministros responden a las afirmaciones de los dirigentes gremiales, ha vaciado de sentido y contenido los espacios de convivencia y deliberación política. En el Congreso, el mediocre nivel de formación política y académica de senadores y representantes explica tal proliferación normativa que no hay un ambiente de certidumbre y estabilidad que ayude al Gobierno o que pueda sembrar confianza pública.
En los territorios, el régimen político está en condiciones de extrema fragilidad. El sistema de relaciones intergubernamentales está roto. No hay canales de conexión entre la Nación y sus municipios. Las rigideces administrativas y fiscales impiden una adecuada y eficiente gestión pública. Cada vez es más difícil mantener el orden. Sin embargo, todavía persiste la capacidad de hacer posibles las cosas.
Mientras el presidente Petro siga considerando a los empresarios como los enemigos de su proyecto político y a los gobernadores y alcaldes como adversarios que se entrometen en sus asuntos, y los siga tratando con displicencia, su apuesta de cambio no va a tener ninguna viabilidad.
Por andar deslumbrado creyendo que el poder presidencial lo puede todo y más, no se va a dar cuenta de que en los territorios no se necesitan acuerdos. Allí, los nuevos liderazgos, el empresariado, los(as) emprendedores(as) y las comunidades se la jugarán por sacar adelante gobiernos territoriales, con el apoyo, o a pesar del Gobierno Nacional.
PEDRO MEDELLÍN
Profesor titular de Ingeniería, Universidad Nacional