Para los funcionarios que no logran contener las fuerzas ilegales, les llegó la hora del relevo.
La negociación se mueve sobre una carretera pavimentada, vamos en un Ferrari a buena velocidad”, dijo el jefe de la delegación negociadora del gobierno Petro al comenzar los diálogos de paz con el Eln.
Cuatro meses después, el panorama es otro. El martes 29 de marzo amaneció con 9 jóvenes militares muertos y 8 heridos dejados por un ataque del Eln a una unidad de soldados del Batallón Especial Energético y Vial n.º 10, ubicada en la vereda Villanueva, en el área rural del municipio del Carmen en el Catatumbo. Unos días antes habían sido un sargento muerto y dos soldados heridos que dejaba un ataque de la misma organización en Tame, Arauca; antes, un convoy del Grupo Maza del ejército fue atacado con explosivos en la vía Cúcuta-Tibú; y el día anterior, un francotirador dejó herido de gravedad a un miembro del Grupo de Caballería Mecanizado Revéiz Pizarro en Saravena. La lista es mucho, pero mucho más larga.
Es la fotografía que revela de cuerpo entero el errático manejo que les ha venido dando el Gobierno a las Fuerzas Armadas y a la Policía en desarrollo de su proyecto de paz total, especialmente con el Eln. El primer error estuvo en creer que, para negociar la paz, bastaba con establecer mesas de diálogo en que las partes llegaran a acuerdos. Creyeron que por fuera de la mesa no se necesitaba nada más. Pasaron por alto la máxima de Vegecio que en el terreno militar dicta: “Quien desee la paz, que se prepare para la guerra”. Pensaban que, antes que fortalecer los ejércitos, había que amarrar a militares y policías, de manera que no pudieran “atentar” contra la apuesta de paz total del Presidente. Se les ocurrió la idea de arrancar decretando un “cese al fuego bilateral” con los grupos con los que iba a negociar. Sin haber preparado previamente nada, expidió una serie de decretos que dejó el diálogo en el aire.
La consecuencia no pudo ser peor. El Gobierno, lejos de garantizar que tenía los medios para mantener el control sobre el territorio y la fuerza para imponer las condiciones de negociación, terminó debilitado y expuesto a toda suerte de cuestionamientos políticos y ataques militares, que lo dejaron sin capacidad real de negociación ni margen efectivo de acción.
El otro gran error del Gobierno estuvo en creer que la negociación de la paz con el Eln iría por “carretera pavimentada”. Que se trataba de un acuerdo entre “revolucionarios”, o entre “contrapartes que no son tan adversas en su pensamiento”. Entre tanto, la guerrilla se mantuvo en sus platas: históricamente había combatido a quienes han conducido el poder de un Estado que se quieren tomar, y sí, Gustavo Petro es quien hoy se encuentra al frente de ese Estado, es él con quien se debe confrontar para ganar el poder del Estado. Y han sido consistentes. No solo porque, mientras llegan a un acuerdo sobre cese bilateral del fuego con el Gobierno, van a tratar de mostrar en el terreno una fuerza militar tal que lleve al Gobierno a negociar lo innegociable. Por eso no van a ceder un centímetro de territorio que controlan, ni de beneficios que han obtenido en el pasado. También porque, al tiempo que negocia con el Gobierno, el Eln está en combate con otras organizaciones armadas ilegales por el control territorial en grandes zonas del país.
En estas condiciones, la negociación con el Eln, lejos de ir por una carretera pavimentada, va por la maltrecha calle 13 de Bogotá y con el Ferrari destrozado por los huecos y recalentado por el trancón.
Es evidente que, para un gobierno que no es capaz de controlar el territorio, y mucho menos de contener las fuerzas ilegales que imponen a sangre y fuego sus propias reglas a las comunidades, le llegó la hora del relevo. No para los negociadores, sino para los funcionarios que, como el consejero de Paz y el ministro de Defensa, son los responsables de asegurar que las negociaciones vayan por carretera pavimentada y a la velocidad de un Twingo, que es el que está hecho para las vías y vicisitudes de negociación que se viven por estos lares.
Artículo disponible en el diario El Tiempo.