Pese al difícil momento que viven por el bloqueo de la carretera Panamericana, las comunidades de Cauca y Nariño están tranquilas y contentas. Sintieron que el Presidente les había dado toda la importancia a los problemas de desplazamiento y desabastecimiento generados por la avalancha que taponó la carretera Pasto-Popayán. Petro no solo suspendió su viaje en Chile, sino que llegó a la región con medidas para enfrentar la situación.
En el lugar anunció la reubicación de las familias afectadas, les ofreció tierra que el Gobierno iba a comprar para que se establecieran allí; para resolver los problemas de desabastecimiento, además de la adecuación de las vías disponibles, le apostará a un puente marítimo entre Buenaventura y Tumaco. Y como solución definitiva va por la doble calzada en el tramo Popayán-Pasto, por la variante Timbío-El Estanquillo, que ya no pasa por la falla geológica que explica la avalancha.
Pero las soluciones presidenciales ya enfrentan grandes obstáculos. Por una parte, están las trabas que imponen el tiempo, los trámites legales y la falta de dinero para hacer las obras, que impiden resolver pronto el problema, especialmente el más grave: el desabastecimiento de alimentos y gasolina para la región. Los expertos dicen que los tramos solo podrán estar habilitados en dos o tres meses y solo podrán transitar vehículos livianos. La capacidad portuaria de Tumaco no permite barcos de gran calado. Y abastecerse desde el Ecuador no es opción viable, por los costos que implica comprar en una economía dolarizada. Además, solo el costo de la vía anunciada por Petro supera los 12 billones de pesos, de los cuales 3 billones irían para los 62 km de la variante.
Por otra, están los obstáculos ocasionados por las políticas y los discursos de Petro: 1) La confusión creada por las medidas para acabar los contratos de prestación de servicios, que tiene a los ministerios y entidades nacionales que deben responder por las soluciones en la zona sin el personal suficiente para cumplir con las promesas presidenciales; 2) Los decretos de cese del fuego “bilateral”, que han permitido consolidar su control territorial a los grupos armados ilegales y las organizaciones criminales que operan en la zona. A las labores de patrullaje y expedición de salvoconductos para la entrada o salida de los pueblos que realizan, aprovechando el aislamiento, ahora podrán sumar el control del orden público y la distribución de gasolina y alimentos; 3) El discurso presidencial de que las vías 4G son el vehículo de los ricos para ser más ricos ha llevado a que las comunidades indígenas de la zona crean que pueden exigir indemnizaciones, como lo están haciendo con las alternativas de variante que se están estudiando para resolver el aislamiento.
En su reflexión sobre la crisis del Estado, Bauman y Bordoni muestran cómo los gobiernos para cumplir con sus promesas requieren dos fuerzas claves para lograr su cometido: la política (es decir, capacidad para saber qué es lo que se va a hacer y dónde hacerlo) y el poder (es decir, capacidad para hacer y terminar las cosas). Cuando una y otra interactúan, los gobiernos saben qué hacer y tienen la capacidad para realizarlo. Pero cuando se separan, comienzan a tener problemas. Muestran capacidad para plantear soluciones, pero no pueden realizarlas (es la política sin poder); o tienen capacidad para hacer las cosas, pero no saben qué se debe hacer y dónde (es el poder sin política).
Es el drama del gobierno Petro: sabe qué hacer y dónde hacerlo (mucha política), pero no tienen capacidad para hacer y terminar las cosas que quieren hacer (poco poder). Por andar dedicados a anunciar grandes cambios, no utilizan, dejan debilitar o entregan a otros los mecanismos y las herramientas de poder que hacen que los ciudadanos acaten las normas, que las carreteras se construyan o los subsidios lleguen a los que necesitan. Un drama que no parece tener final feliz.
* Profesor titular, Facultad de Ingeniería, Universidad Nacional
Artículo disponible en El Tiempo.