Dios te libre, lector, de prólogos largos y de malos epítetos.
Francisco de Quevedo y Villegas
Es, sin embargo, una tradición que, ante un libro interesante, muy trabajado y pleno de citas académicas, un texto introductorio prepare al lector para su lectura. Las páginas que siguen invitan a continuar aquel hábito; esta vez, con una teoría provechosa para comprender la administración pública de nuestro tiempo.
El libro es valiente. En una época de aceleración constante, de innovaciones continuas que alcanzan a las empresas, a los ciudadanos y a las administraciones públicas, resulta arriesgado detenerse para reflexionar sobre lo que está ocurriendo y sobre cuál es la mejor manera de avanzar en este proceloso e innovador mundo. Probablemente, y el autor es consciente de ello, la velocidad de las innovaciones haga que, a menudo, algunos análisis se queden a mitad de camino ante nuevas tendencias y realizaciones. Cada uno es responsable de interpretar lo que su tiempo presenta, pero este periodo es singularmente rápido, a tal punto que una de sus características es la aceleración de las innovaciones. No solo aparecen, sino que se manifiestan muy rápidamente: cuando nos damos cuenta de unas, otras están ya siendo anunciadas.
El libro es también interesante. Porque nos coloca en situación de comprender un gran número de innovaciones que tienen o van a tener fuerte repercusión en el trabajo de las administraciones públicas y de sus funcionarios. Sin pudor, el autor acomete la tarea de explicar muchas de estas innovaciones traduciendo tanto su importancia para el sector público como la necesidad de ejecutar los cambios indispensables para que estas resulten exitosas.
Asimismo, estas páginas se encargan de recopilar aquellos autores que han trabajado en los últimos años, muchos de ellos en el seno del Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo (CLAD), sobre las innovaciones más relevantes y de importancia para las administraciones.
No exento de deslices academicistas, que revelan el profundo conocimiento en las materias con las que se enfrenta, el autor procura acercarse al ciudadano medio, en línea con otras publicaciones del CLAD. Y ello con el fin de que estas innovaciones —muchas de ellas ya presentes en las actividades del sector público— sean cada vez mejor digeridas, se pongan en práctica en las administraciones públicas y generen resultados.
Estos son, además, los objetivos de todos los que procuramos una mejora en el funcionamiento de las administraciones públicas, que observamos ilusionados la irrupción continua de las innovaciones, del mundo virtual de la ERA META. No obstante, hay algunos asuntos de relieve que conviene no olvidar.
El primero se refiere a la deshumanización del contacto entre los servidores públicos y la ciudadanía. Desde luego que la tecnología ha acercado sobremanera los servicios a los ciudadanos; y hasta ha conseguido, según el grado de desarrollo tecnológico de los países, resultados instantáneos en algunos procedimientos administrativos. Sin embargo, con frecuencia, desplaza a un número importante de ciudadanos, que, por ignorancia o dificultad, no logra la conexión suficiente para resolver sus problemas o inquietudes. Habitualmente, esto se explica por la brecha entre el funcionamiento del mundo digital y los conocimientos del ciudadano, cuya magnitud aumenta de forma proporcional con la edad. Pero estas dificultades tienen que ver también con las carencias tecnológicas asociadas a la pobreza de las poblaciones o a la lejanía de los grandes centros poblacionales que dificultan o impiden la conexión necesaria.
Otro de los aspectos que deben tratar las administraciones públicas en el futuro se relaciona con los algoritmos, instalados ya —inevitablemente— en muchos procedimientos administrativos. Si bien constituyen un avance de relieve, los algoritmos deben controlarse, pues, como se ha demostrado, en algunos casos, generan sesgos en la decisión, cuyos resultados pueden ser discriminatorios. Por ello, la labor de las administraciones no solo consiste en contratar a un grupo de expertos consultores que construyan un algoritmo eficaz, sino que deben preocuparse también de conocer la ponderación de los diversos factores y examinar constantemente sus resultados. Aunque garantizan rapidez y automatismo, los resultados de los algoritmos pueden ser inadecuados desde el punto de vista social o económico. Si la política pública en la que se utiliza el algoritmo correspondiente no contiene sesgos indeseables, y sus resultados son satisfactorios, habremos logrado un avance. En caso contrario, el algoritmo debe ser revisado de forma periódica.
La ERA META, como explica el autor, es una realidad en algunos aspectos y es, además, susceptible de extenderse en otros que ahora imaginamos con dificultad. Es importante, en todo caso, que las administraciones se abran a estas posibilidades, que permiten mejorar la prestación de los servicios públicos y aumentan la confianza ciudadana.
Por todo ello, recomiendo la atenta lectura de este nuevo libro del CLAD. Con certeza, ofrecerá posibilidades de poner en práctica nuevas formas de relación con los ciudadanos y de generar nuevos caminos de mejora de las administraciones públicas.
Campos Ríos toca todos los temas de actualidad en lo que se refiere a las políticas públicas. Pues no ha de olvidarse que, a la experiencia como académico, añade el desempeño como gestor público y consultor internacional, lo que le permite extraer conclusiones de máximo interés.
Para los expertos funcionarios o servidores públicos, es vital conocer las nuevas tendencias. Los políticos de nuestra sociedad son sobre todo expertos en política y en comunicación, pero precisan de técnicos que les auxilien en diversas materias, especialmente en aquellas que, por su novedad o por su contenido técnico, necesiten de auténticos especialistas para desgranar el grano de la paja y proponer opciones que la dirección política debe calibrar y, en definitiva, elegir.
En fin, como el libro relata brillantemente, vivimos una época de cambios y de cambios acelerados. Y las administraciones y los servidores públicos deben estar en la vanguardia de estos cambios, a pesar de que las instituciones públicas funcionen sobre la base de estructuras orgánicas estables y de tediosa modificación. El cambio es necesario e inevitable. Lo dijo el poeta mexicano José Emilio Pacheco:
Y, sin embargo,
amo este cambio perpetuo
este variar segundo tras segundo
porque, sin él, lo que llamamos vida
sería de piedra.
FRANCISCO VELÁZQUEZ LÓPEZ
Secretario General del CLAD