Los acontecimientos relativos a las guerras, migraciones masivas y sorprendentes ascensos electorales de opciones políticas extremas, casi siempre tradicionalmente minoritarias en las democracias, no deben alejarnos de otras preocupaciones que también son objeto de reflexión ciudadana. Aunque ya no nos sorprenden estos hechos, una cierta congoja nos alcanza.
Entre ellos, la carestía de los precios, la seguridad de los países, el cambio climático, los desastres provocados por huracanes u otros fenómenos meteorológicos, que por su casi inevitabilidad permiten a los Estados prepararse y actuar en consecuencia para mejorar la convivencia ciudadana. Cada vez se combaten mejor, la solidaridad internacional ocupa muchas veces los fallos de Estados débiles y procura asistir a la desvalida población que sufre.
Sin embargo, hay otros aspectos que están en la mano del hombre y que prácticamente han desaparecido de los programas electorales, pero que constituyen la diaria preocupación de quienes vivimos en sociedad.
El olvido de lo público parece una realidad extendida por numerosos países en relación con la prestación de los servicios ciudadanos. Tan es así que destacados expertos señalan que, en algunos países como España, la prestación de servicios por parte de las administraciones públicas puede considerarse peor que antes de la pandemia. La afirmación puede considerarse excesiva por algunos, pero el juego de las reivindicaciones funcionariales considerando el teletrabajo como un derecho de los trabajadores y su presencia en los organismos públicos como algo casi esporádico genera un tremendo malestar entre los ciudadanos. En efecto, estos claman señalando que los servicios públicos, a pesar de los adelantos técnicos que nos ha donado la pandemia, funcionan peor. Hay quienes destacan la fortaleza de la debilidad institucional porque el entorno público será turbulento y la administración pública apostará por la resiliencia activa y dinámica para transformar su modelo de gestión. (Ramió 2023).
La catedrática de lengua española de la Universidad de Barcelona Estrella Montolío Durán ha incidido en el farragoso lenguaje de la Administración. Ha citado una encuesta que señala que 61% de los preguntados ha abandonado en alguna ocasión la cumplimentación de un documento administrativo en formato digital. Es decir, no se entienden fácilmente.
Mejorar esta situación, que se extiende y amenaza con destruir los avances en la prestación de los servicios a los ciudadanos, es un deber de los poderes públicos. Por ello proponemos la extensión de ideas como la burocracia disruptiva que consiste en hacer las cosas de forma diferente apoyándonos en la tecnología, en el gobierno abierto y en las demandas ciudadanas.
Las administraciones públicas necesitan un cambio en otra dirección, utilizando de forma sistemática las tecnologías y la inteligencia artificial, pero teniendo especial cuidado en atender las capas sociales más necesitadas para solucionar problemas distintos en una sociedad diferente. Después de la pandemia, que ha dado paso a adelantos tecnológicos espectaculares, hay que idear formas diversas de resolver los asuntos de las administraciones que interesan a los ciudadanos. Como señalan muchos expertos, no se trata tanto de resolver problemas sino de adelantarse a resolver los dilemas que trae consigo esta sociedad diferente. En consecuencia, la verdadera cuestión es transformar la organización de nuestros servidores públicos: convertir la tradicional burocracia, en todo caso necesaria, en una organización dinámica donde la creatividad y la experimentación sean la puerta de entrada de la prestación de servicios a los ciudadanos, sin dejar a nadie atrás como rezan los objetivos de desarrollo sostenible, tan necesarios como olvidados en los últimos tiempos.
Y en este camino, el control de la inteligencia artificial es fundamental.Cualquier sistema automatizado puede llevarnos al norte o al sur, dependiendo de los algoritmos introducidos por quienes los han ideado. Por ello, hay que recibir con aplausos las actividades y reglamentaciones que están llevando a cabo la Unión Europea y más recientemente los Estados Unidos ,que acaban de llamar la atención sobre los riesgos de la inteligencia artificial en el campo de la biotecnología, infraestructuras, e incluso emitir recomendaciones sobre los contenidos de producción de imágenes, sonidos y videos de difícil distinción con la realidad.
La Casa Blanca estudia también publicar recomendaciones sobre la discriminación, ante los sesgos que pueden tener los sistemas de inteligencia artificial, y se compromete a vigilar el impacto de esta revolución tecnológica en el empleo. Ha pedido incluso a diversas agencias federales que mitiguen los riesgos procedentes de la Inteligencia artificial, que nos traerá avances positivos pero que necesita controles en la totalidad de los campos de la vida social.
Por su parte, el Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo pretende, en la reunión de su Consejo Directivo que tendrá lugar en Varadero (Cuba) a finales de noviembre, aprobar la Carta de la Inteligencia Artificial en la Administración Pública, estableciendo pautas de actuación para los 24 países miembros de este organismo internacional, en el sentido de que igualmente establezcan controles y sendas efectivas de sus políticas en esta materia, que tanto pueden ayudar a mejorar la vida ciudadana como establecer nuevamente barreras sociales casi insalvables.
@velazquezFJ1
Fuente: El Nacional