40 años no es nada, y es todo


Este año se cumplen 40 años del retorno a la democracia en el país. Cuatro décadas continuadas del mejor sistema político y social que, con altibajos, permite pensar libremente y seguir en la búsqueda y construcción de una nación justa y soberana.

Cumplir 40 años en nuestra corta existencia es sin duda un tiempo muy considerable que puede significar incluso casi la mitad de la vida. Sin embargo, en el desarrollo institucional de una nación es una pequeña parte, incluso en los 207 años de nuestra joven Argentina. Este año, nuestra tan ansiada democracia, aquella que nos costó tanto consolidar, cumple 40 años de continuidad, el período más largo en nuestra historia y después de muchos altibajos, inestabilidad y quiebres institucionales que marcaron el devenir de la consolidación de la República incluso desde los albores de sus inicios como Nación.

Si bien la República Argentina inició su andar en el mundo formalmente el 9 de Julio de 1816 con la Declaración de la Independencia, pasaron algunas décadas hasta que la Constitución de 1853 sentó las bases jurídicas y dio inicio al proceso de organización nacional que abarcó desde la Batalla de Caseros, ocurrida en 1852, hasta la llegada de la Generación del ‘80 en 1880.  Ese momento, la República Federal empezó a estirar las piernas y comenzó la eterna danza entre Nación y Provincia, en una relación siempre dispar y de tensión entre el Estado Federal y los Estados Provinciales. Sin embargo, la democracia como forma de organización política y social que reconoce la titularidad del poder en el pueblo, quien mediante mecanismos de participación directa o indirecta es quien toma las decisiones sobre el rumbo del país y confiere legitimidad a los representantes, tardaría todavía algunas décadas más en perfeccionarse.

Así tendríamos que esperar hasta 1912 con la sanción de la Ley Nº 8.871, conocida en nuestra historia como Ley Sáenz Peña, que establecía el voto individual, secreto y obligatorio, publicada en el Boletín Oficial el 26 de marzo de 1912, para que comenzara el primer ensayo de democracia en el país, que aunque incompleto: recordemos que recién en 1947 a través de la Ley Nº 13.010, conocida como Ley Evita, se reconocería la igualdad de derechos políticos entre mujeres y hombres entre ellos el de elegir y ser elegidas para todos los cargas políticos nacionales; pero sin duda comenzaba el camino hacia la nación republicana, representativa y federal.

En 1916 por fin se sucederían las primeras elecciones presidenciales bajo la vigencia de la Ley Sáenz Peña, que dejaba atrás el voto cantado y los sistemas fraudulentos masivos de elección. Aunque, lamentablemente, no sería la última vez en la historia que la palabra fraude cobrara relevancia. Lo cierto es que aquellas elecciones que consagrarían al líder de la Unión Cívica Radical Hipólito Yrigoyen como sucesor de Victorino de la Plaza, expresaron por primera vez la gran mayoría de la voluntad popular e inauguraron la soberanía popular, con la deuda pendiente de ampliarse, como ya hemos expresado, décadas después.

Todas estas deudas pendientes en materia de derechos políticos y civiles con que se inauguraba la democracia en Argentina tendrían que esperar varios años más para ser saldadas en virtud que el sistema democrático vería interrumpido su proceso de consolidación por la seguidilla de golpes de Estado que tendrían su nefasta fecha de nacimiento el 6 de setiembre de 1930 con el golpe de estado liderado por José Félix Uriburu y un conjunto de fuerzas militares, políticas, empresariales y sociales que establecerían la primer dictadura del siglo XX en Argentina.

Desde ese año 1930 hasta 1983, la historia política institucional argentina verá coartada su continuidad por los sucesivos golpes cívicos militares que interrumpieron en diversas ocasiones los mandatos constitucionales. Medio siglo de avances y retrocesos que sin duda hoy nos pasan factura en la tan ansiada consolidación de una nación próspera y pujante que asegure el bienestar general y el buen vivir de la ciudadanía. Sin embargo, es de destacar que durante todos esos años un pueblo aguerrido, organizado y empoderado no dejó de luchar y clamar por sus derechos, llegando al gran y quizás último acuerdo social de nuestra historia reciente que permitió el retorno a la democracia.

Democracia todavía imperfecta y deudora de muchos temas y materias pendientes en nuestro país, a los que nos dedicaremos en otro momento. Pero una democracia que lleva ya 40 años de continuidad, 40 años que no son nada en la vida de un país pero a la vez son todo por lo que significan, costaron y demandaron en vidas, recursos y esperanzas. Por ello, nuestra obligación ciudadana de proteger, defender y mejorar día a día la República Democrática Argentina que necesita de cada uno de nosotros y nosotras, unidos y en paz para lograr la nación que quienes nos precedieron nos soñaron y que, sin duda, como pueblo libre y soberano nos merecemos.

Artículo disponible en el siguiente enlace.