Los acontecimientos de estos días en Brasilia son condenables, como hace dos años lo fue el asalto al Capitolio de Washington. Revelan en buena medida una importante crisis de los valores democráticos y del funcionamiento del sistema. A plena luz del día, una turba de manifestantes, tolerada y acompañada en ocasiones por la policía, asalta los tres edificios más emblemáticos de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, situados en esa espectacular plaza ideada por Oscar Niemeyer y que conserva su modernidad sesenta años después de ser construida.
La primera responsabilidad hay que exigírsela a aquellos que, como Trump y Bolsonaro, sin pruebas de ningún tipo se atrevieron a poner en duda los resultados electorales que habían sido negativos para sus opciones políticas. Obsérvese que ambos ponen en duda unas elecciones que habían sido organizadas por los gobiernos y administraciones que ellos dirigían.
Las elecciones en los países democráticos sirven para elegir aquellas opciones que al pueblo les parecen mejores. A veces son las nuestras y con frecuencia son otras. Hay que respetar los resultados. La regla de la mayoría, directa en los regímenes presidenciales o indirecta en los regímenes parlamentarios, es determinante. Por tanto, los resultados deben ser respetados y si se observan irregularidades, hay que probarlas y decidir por los órganos competentes la transgresión, en su caso, de las reglas electorales aplicables.
De los acontecimientos de Brasil se deducen algunas enseñanzas que conviene resaltar. En primer lugar, la actitud escasamente profesional de las fuerzas de orden público que “acompañaron” a los manifestantes. La dirección de estas fuerzas tiene toda la responsabilidad de no haber impedido estos desmanes. El Tribunal Supremo ha cesado al gobernador, que a su vez había ya prescindido del secretario de Seguridad. Las autoridades brasileñas en todo caso deberían reflexionar sobre si tiene sentido que la protección de los edificios federales sea encargada a la policía cuyo mando descansa en el gobernador regional. Cuando se comparan los acontecimientos de Brasilia y Washington ha de señalarse que al menos en el Capitolio las fuerzas de seguridad resistieron, incluso con sacrificio de la vida de algunos agentes. En Brasilia los policías no dieron buen ejemplo.
Sin embargo, tras el sofocamiento de la algarada, calificada por algunos de acto terrorista por sus repercusiones, el presidente Lula apareció rodeado de la mayoría de los gobernadores que lo arroparon en su visita a los edificios públicos destrozados. La institucionalidad de Brasil ha resistido el embate, a pesar del ejemplo del anterior presidente, al parecer de revisión médica en Florida.
Por otra parte, el desaire realizado por Bolsonaro, al no entregar la banda presidencial a Lula, no constituye solo una falta de las más básicas reglas de cortesía, sino un desprecio a las instituciones y a la democracia misma. Ese acto de la entrega de la banda presidencial escenifica el traspaso de poderes y en consecuencia la continuidad de las instituciones. Aunque no sea imprescindible, es la fotografía de la alternancia democrática, reflejo de la voluntad popular expresada en las urnas.
La falta de confianza en los responsables políticos, sorprendentemente se ve alimentada por algunos de ellos, generando en consecuencia una mayor distancia con los ciudadanos, cada vez más abiertos, por el continuo espolear de algunas fuerzas populistas, a la crítica continua y descarnada. Como se ha señalado, la integridad de los responsables públicos inspira un escepticismo generalizado. (OCDE, 2022).
Brasil es socio clave de la OCDE y el país mayor de América Latina y los acontecimientos que acabamos de vivir producen preocupación, a pesar de que es uno de los países de mayor recaudación tributaria 31,6%, en porcentaje del PIB, muy cerca de la media de la OCDE (OCDE, 2020). Triunfó la institucionalidad, pero quedan pendientes muchas actuaciones y preguntas sin respuesta por el momento: ¿por qué se permitieron las acampadas durante meses?, ¿quién financió los autobuses?, ¿quién suministró los víveres necesarios para que centenares de personas permanecieran acampados?
La democracia se basa en el imperio de la ley y el respeto de las reglas que de ellas emanan. Conviene la legitimidad del gobierno y la oposición que irá a gobernar cuando así lo decidan los electores. La propagación de informaciones falsas y engañosas en el asalto al Capitolio y a los edificios de los tres poderes del Estado en Brasilia, constituyeron el caldo de cultivo de los acontecimientos. Y las redes sociales fueron el vehículo más utilizado.
El comienzo de Lula en Brasil ha sido convulso, pero las instituciones brasileñas son fuertes y las primeras encuestas revelan el rechazo de los ciudadanos a la actuación de las turbas, incluyendo a muchos que votaron otras opciones políticas. En la Cámara de Representantes de Estados Unidos se logró finalmente la votación favorable del speaker. Es una buena noticia, pero preocupa que el Partido Republicano tenga tantos problemas para elegir a su líder. Comienzo convulso del año.
Artículo disponible en El Nacional.