La presencia de los funcionarios en los departamentos ministeriales y la prestación de los servicios públicos de forma directa a los ciudadanos, por contraposición a lo acontecido durante el último año y medio, ha empezado a generalizarse en los países donde la pandemia parece haber cedido algunos grados. Se suceden en los países de mejor cobertura vacunal los episodios de jolgorio masivo, más parecidos a carnavales que a lógico desfogues justificados por los meses de aislamiento. Finalmente, los amantes de espectáculos masivos y también los aficionados al cine, teatro y música, parecen caminar hacia la normalidad.
En los trabajos burocráticos, los oficinistas están presentes. Es la tradición secular y es lo que prefiere quien va a solucionar una gestión ante una organización pública o privada. Sin embargo, la tecnología ha facilitado en gran medida las cosas. Las más intrincadas gestiones, soportadas ahora en una pantalla a disposición de casi todos, auxiliadas por la red internet, pueden ser resueltas.
No todos pueden hacerlo, dado que la brecha tecnológica subsiste y tiene una relación muy directa con el desarrollo económico. La pobreza económica y social se une a la pobreza digital. Teclear mensajes de WhatsApp no equivale a utilizar la tecnología para solucionar trámites de gestión administrativa, comercial o financiera.
Al ciudadano, en general, le place más la presencia física del servidor público si el servicio es rápido y eficaz. La frialdad de la pantalla, incluso cuando podemos ver la imagen de la atenta persona que nos presta el servicio, es evidente. Produce cierto escalofrío que por ejemplo al preguntar en un servicio de información un robot nos responda, seguramente de forma acertada, sobre la mejor manera de llevar a cabo nuestro trámite.
No cabe duda de que la robotización, la digitalización y la inteligencia artificial van a solucionar muchos de nuestros tramites en las administraciones públicas, pero todos esperamos que, aunque no nos hagan caricias, tampoco nos envíen a las frías aguas de la laguna Estigia o a sus cercanías. Resulta especialmente cruel pensar en que la solución nos la va a dar una máquina, aunque tenga todas las opciones. Hasta el protagonista de Los Vencejos se rinde al contacto personal, a pesar de su profundo y dilatado viaje por la depresión (Fernando Aramburu,2021).
En el ojo del huracán están en estos momentos algunas empresas multinacionales por utilizar algoritmos para controlar las cargas de cada empleado o para seleccionar candidatos. La vigilancia ética de los algoritmos, como preconiza la Carta de Innovación Pública del CLAD , es necesaria.
En las administraciones públicas y en democracia, conviene también tener presente aspectos humanos como el que se desprende de la posibilidad de reforma de la Constitución Española, donde se ha abierto el debate de sustitución de la palabra disminuidos por la de discapacitados, más realista y que huye también del tratamiento paternalista utilizado en acepciones como “personas con capacidades diferentes” u otras formulas semejantes.
Durante dos días, por iniciativa del CLAD y del Instituto Nacional de Administración Pública de España, se ha celebrado el VII Encuentro de Escuelas e Institutos de Administración Pública, cuyos debates y discusiones han estado centrados esencialmente en la pandemia, sus dificultades para el cumplimiento de los fines de estas instituciones y también los logros alcanzados.
De las situaciones de dificultad también se aprende, puede ser el lema de esta reunión. En efecto, todos los participantes hicieron hincapié en resaltar la continuación de las actividades ya no presenciales, sino virtuales. La resistencia inicial dio paso, tras la inevitable confusión, a la reprogramación de las actividades docentes generando un proceso de singular interés para el mantenimiento de este servicio público, que ha dado ejemplo a otras organizaciones.
Pero este mantenimiento de las actividades docentes en beneficio del colectivo de empleados públicos no ha sido ajeno a varios factores como la dedicación de sus técnicos y responsables, probablemente espoleados por el comportamiento de sanitarios y otro personal de salud pública y seguridad. Ante la situación pandémica, especialmente al tener en cuenta su duración, han tenido que desarrollar nuevas habilidades tecnológicas y docentes, actuando con flexibilidad y adaptabilidad, especialmente teniendo en cuenta las necesidades de los procesos formativos en marcha.
En este sentido, la pandemia ha operado como aceleradora de tendencias, pues gran parte de los instrumentos tecnológicos utilizados ya estaban presentes pero su utilización era esporádica y escasa, mientras que en el periodo pandémico han debido ser usadas de forma constante.
En el futuro pos pandémico, el nuevo planteamiento del trabajo en escuelas e institutos y en general en las oficinas públicas, debe ser híbrido: debe combinar la presencialidad y la virtualidad de forma variable según cada necesidad institucional. La completa desaparición de la presencialidad en las oficinas redundaría en la pérdida de aprendizaje social y la calidad en las relaciones personales, así como en la sensación de las personas de aislamiento, fatiga física o mental, o estrés.
Artículo disponible en el Nacional.