La desconfianza de la clase política hacia la alta función pública, en los países donde esta existe y no se extingue en cada periodo presidencial alternativo, crece a la misma velocidad en que disminuye la confianza de los ciudadanos en sus representantes políticos, como nos atestiguan una y otra vez los resultados electorales. Y, sin embargo, se atribuye a Newton una frase que condensa la necesidad de que las personas al frente de las decisiones políticas, estén auxiliadas por quienes tienen un conocimiento experto de las materias a administrar: Si he llegado a ver más lejos que otros es porque he ido a hombros de gigantes.
Los currículos de los políticos son en general brillantes, desde el punto de vista partidario y desconocidos y de escaso valor en lo relativo a la vida profesional ,en un movimiento que tiene ya muchos años y que ha supuesto por una parte el alejamiento de los profesionales y académicos de la vida política (con la excepción quizás del más alto nivel de los ministerios) y la acentuación de la desconfianza de los ciudadanos hacia la clase política, a cuyos integrantes en ocasiones considera como elementos extraños. Weber afirmó que los altos directivos del departamento correspondiente con una preparación especializada, estaban infinitamente mejor informados que su jefe sobre los problemas técnicos reales de su especialidad.
Estas afirmaciones no pretenden hurtar valor a otras características o habilidades del político, como la persuasión, la constancia, la resiliencia o la preocupación, en su caso, por el bien común. Simplemente desean mostrar que la búsqueda de la singularidad de la clase política hoy no es un elemento que les acerque al común de los ciudadanos, sino que les coloca lejos de la posibilidad de su identificación, porque sus intereses, ideas y pensamientos parecen estar claramente alejados.
Los políticos profesionales en la sociedad democrática son sin duda necesarios y contribuyen al desarrollo de la democracia y al progreso social. A este alejamiento contribuyen algunos medios y especialmente las redes sociales, en su búsqueda de aspectos llamativos o escandalosos y olvido del devenir habitual del político, por otra parte, similar al del cualquier ciudadano, exceptuando aquellos que por su posición jerárquica en los gobiernos gozan de una vida más retirada.
Los gobiernos parecen omitir la necesidad del consejo profesional, porque como escribió Fukuyama, la buena gobernanza es un fenómeno un tanto aristocrático y “no nos gusta mostrar deferencia ante los expertos ni delegar autoridad en ellos”. Se olvida que, del debate, la colaboración entre las personas y el trabajo en equipo nace el conocimiento. Igualmente, los avances técnicos y las innovaciones, tan aceleradas actualmente, son fruto de la inteligencia colectiva, lo que no resta méritos a quienes dirigieron los equipos de experimentación o administraron con tino los recursos disponibles.
En los directivos públicos actuales prima su ideología o afinidad, no su experiencia, competencia o plan estratégico propuesto. Tras el político no se coloca a aquellos que conocen mejor los asuntos, sino los que son más leales o colman la cuota política necesaria.
¿Cuál es la mejor manera de seleccionar a estos directivos públicos, sin eliminar totalmente la discrecionalidad, pero si el monopolio? La primera nota característica es la diversidad tanto de los puestos a ocupar como de las peculiares características de cada uno de los países. No obstante, es posible alcanzar un cierto consenso sobre un conjunto de elementos para seleccionar a los candidatos, como la experiencia profesional, la superación de pruebas autoevaluadas sobre competencias, liderazgo, trabajo en equipo motivación asertividad, resiliencia.
El mejor método para lograr una selección tiene mucho que ver con la publicidad de los nombramientos y méritos necesarios. Como se señaló en su día por Parejo, Hay que exigir la transparencia en todo: la transparencia no indica donde esta el bien, sino que hace retroceder al mal.
Para lograr colaboradores eficaces del poder político, que lleven a cabo con efectividad las políticas públicas, más relevantes que la lealtad y la adscripción ideológica, son más necesarias la capacidad de liderazgo y de dirección de equipos, fijar objetivos, planificar, gestionar lo imprevisible, y en tiempos como los actuales, ser innovador y disruptivo.
Todo ello podría resumirse en aspectos cuyo relieve resulta tan visible hoy por su inexistencia en la mayoría de los países: profesionalidad, imparcialidad, evaluación del desempeño, y rendición de cuentas en torno a un contrato programa, que permita la continuidad de los profesionales que llevan a cabo proyectos con éxito.
Artículo disponible en El Nacional.