Tradicionalmente la Administración Pública a nivel global se ha conducido de forma reactiva frente a una parte considerable de los escenarios cada vez más complejos que se le presentan, fruto de sus competencias.
En ese sentido, esto ha derivado en que, no pocas de sus actuaciones se enmarquen en una especie de dinámica apaga fuegos, por lo que adicionalmente, aquellas situaciones que son abordadas, no resultan en una parte considerable de los casos, ni eficaz ni eficientemente resueltas, especialmente de cara al advenimiento de una 4ta y hasta 5ta revolución industrial y que abarcan temas tan variados como: Inteligencia artificial, robótica, automatización, internet de las cosas, manejo de la data y que suponen retos que hacen que dichas entidades permanezcan en crisis, ligado directamente a su capacidad de adaptación.
Asimismo, no solo se evidencia que las instituciones públicas de manera clásica han jugado un rol poco proactivo, siendo notorio a lo largo de la historia, como son innumerables los casos verificables en los que, han tomado importantes decisiones, no como el fruto de una anticipación a los posibles escenarios, sino como consecuencia del inmediatismo y de la visión cortoplacista, especialmente en el contexto latinoamericano y de la cual no escapaba hasta el año 2020 la República Dominicana.
De igual modo, lo anterior está íntimamente ligado al necesario nuevo perfil de servidor público que el Estado está en la imperiosa necesidad de desarrollar, a través del Ministerio de Administración Pública, especialmente mediante los programas de formación que se vienen impulsando desde el INAP, a fin de dar respuesta a entornos permeados por la volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad (VUCA, por sus siglas en inglés), así como por las Certificaciones de Gestión del Cambio.