Entrevista al Secretario General del CLAD por Vanessa Davies


Francisco Velázquez, Secretario del CLAD: Si usted tiene un sector público raquítico, con pocos funcionarios y mal pagados, sus servicios serán malos.

«Hay que pagar mejor a los empleados públicos, y al mismo tiempo, hay que exigir mejores rendimientos. Para eso hay que tener un compromiso político, políticas de Estado», señala el secretario del Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo

La palabra «burócrata» no asusta ni ofende a Francisco Velázquez. Aunque es consciente de que el sector público en América Latina no deja de ser visto con ojeriza, el secretario del Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo (CLAD) considera que la burocracia es necesaria. Y va más allá: sostiene que un factor como el coronavirus SARS-CoV-2 cambió la mirada sobre las administraciones públicas, aunque también «ha incrementado la desconfianza ciudadana».

La persona «consideraba que el Estado le protegía de determinadas actuaciones» y que «había una salud pública relevante, suficiente», explica Velásquez en entrevista con contrapunto.com a propósito de la presentación de su libro «Gobernanza iberoamericana: para cambiar la administración pública». Pero «aparece una pandemia que revela que las infraestructuras son determinantes a la hora de prestar un servicio adecuado», ya que si tienes más médicos y más recursos tienes más oportunidades de salvarte.

En otras palabras, una salud pública fuerte -o todo lo contrario- probablemente marcó la diferencia entre la vida y la muerte para miles de personas. Para el reparto de vacunas esto también incidió.

«Antes de la pandemia evidentemente también había insatisfacción, por el no adecuado funcionamiento de los servicios públicos», ya que «el transporte no funciona, el tránsito no funciona adecuadamente, la salud pública o la educación no funcionan adecuadamente». ¿Esto se puede decir de todos los países? «No. En unos más; en otros, menos. Los países más desarrollados, que tienen más gasto público y que gastan más, obviamente sus servicios públicos son mejores. Si usted tiene servicios públicos raquíticos, con pocos funcionarios, mal pagados y mal seleccionados probablemente su servicio público sea mucho peor. Eso es lo que ocurre en la inmensa mayoría de los países de América Latina, en comparación con los países más desarrollados. Normalmente el gasto público está en menos de 10 puntos que los países medios de la OCDE».

-¿Un gasto público elevado garantiza mejores servicios?

-No los garantiza, pero sí ayuda. Los elementos esenciales son siempre tener recursos suficientes, lo que se divide en dos partes: tener una función pública suficientemente pagada, controlada y evaluada y con una clase política que se preocupe por el servicio público; y segundo, usted debe tener también unas políticas públicas que no estén tan dependientes de las cuestiones político-partidarias. ¿Qué quiero decir? Que tenga usted políticas públicas de Estado, que no se queden las infraestructuras a medio hacer porque se ha terminado el gobierno, sino que se desarrollen adecuadamente y que, en los grandes temas, las grandes fuerzas políticas estén de acuerdo. Esto es lo que ocurre en los países más desarrollados. No significa que no haya contradicciones ni problemas, porque los hay; no significa que no haya corrupción, que la hay, pero en todo caso los sistemas están mucho más preparados, incluso, para perseguir el delito. No es lo mismo que tenga usted una policía bien pagada, que una policía mal pagada. Si usted tiene una policía mal pagada el policía a veces comete actos de corrupción; si usted tiene una policía bien pagada eso no es admisible, y no es admisible porque usted tiene un sistema disciplinario duro y fuerte, que va desde los más subordinados hasta los más altos, y cualquier episodio de corrupción es perseguido drásticamente.

Cuando Velázquez habla sobre el sector público es porque, como se dice en buen criollo, tiene «los pelos del burro en la mano», ya que le ha tocado desempeñarse como director general y viceministro en su España natal, y como consultor y profesor en otros países. Hoy es el secretario del CLAD, institución ubicada en Los Chorros (Caracas) de la que no todo el mundo conoce su genealogía, o siquiera sus afanes.

-¿Cuáles son las áreas comunes en las que debería haber puntos de acuerdo?

-La política internacional suele ser el punto de acuerdo. La política de infraestructura, la política educativa más o menos en cuanto al destino de recursos. La política de defensa nacional. La política de seguridad. Estas son las políticas esenciales en las que tiene que haber, por lo menos, un acercamiento. En muchos países las opciones políticas discuten si debe haber peaje o no debe haber peaje en las autopistas; puede haber diferencias, pero no debe haber diferencias en cosas como que existan las conexiones de infraestructura suficientes como para que los ciudadanos puedan llegar a cualquier punto del territorio nacional, y que las carreteras estén adecuadamente mantenidas y no llenas de huecos. No es fácil. Son situaciones en las que presionamos para que sea así, pero no es fácil.

-El debate lo vemos todavía entre sector público fuerte o sector privado fuerte. ¿Hay punto de equilibrio?

-Casi todo el mundo está de acuerdo, los grandes economistas, los precios Nobel… Hace unos años se decía que el Estado tenía que ser pequeño, que tenía que haber más Estado y menos mercado, y después de la pandemia resulta que todos hemos descubierto que, si teníamos un Estado más fuerte, luchábamos mejor contra la pandemia, contra las enfermedades, para perseguir los episodios de corrupción. La idea es que el Estado debe tener los recursos suficientes para satisfacer las necesidades ciudadanas. ¿Eso significa que debe ser todo Estado? No, en absoluto. Las empresas privadas pueden prestar muchos servicios, pero hace falta que se controle por parte del Estado. El servicio eléctrico puede ser en concesión, pero es importante que el Estado controle esa concesión. No puede dejar ese servicio público a la voluntad de la empresa privada. Los países que se considera que tienen el mayor grado de felicidad y atención, que son menos corruptos y la democracia es más fuerte, son los del norte de Europa, que además son ricos. Pero esos países tienen un gasto público impresionante, superior al 50% del PIB. Cuando eso lo compara usted con el porcentaje de PIB que hay en América, a veces no llega a 20%. No puede exigir buenos servicios públicos con un gasto público tan pequeño. ¿Ese gasto público cómo se mantiene? Con unos impuestos importantes; tan importantes, que hay personas que pagan más de 50% de sus ingresos, y las empresas también pagan. No podemos querer no pagar impuestos, o pagar pocos impuestos, y tener grandes servicios públicos.

-Si los servicios no son buenos, ¿cómo vamos a pagar mejores impuestos?

-Es un proceso en el que vamos mejorando los servicios y vamos aumentando la fiscalidad. Los que usan los servicios, que los paguen. Hay diversos sistemas existentes en el mundo. Pero debemos tener en en cuenta que, para tener mejores servicios, necesitamos más recursos, y esos recursos hay que buscarlos.

-¿Buena parte debe venir el impuesto?

-Es lo habitual. Los países suramericanos no son distintos de otros. Tienen mucha economía sumergida. Con independencia de eso, hay que contribuir para los servicios públicos con los impuestos correspondientes. En España Shakira y muchas otras personas famosas están procesadas por evadir impuestos. Los impuestos son necesarios para el mantenimiento de los servicios públicos, pero eso tiene que tener una infraestructura dentro de la administración pública suficientemente sofisticada para encontrar los casos en los que las personas no pagan.

-Con la pandemia, ¿cambió nuestra visión sobre el funcionario del sector público, o lo seguimos viendo como esa persona que maltrata?

-La mala fama de los servidores públicos está extendida en muchos países. También hay que mejorar el funcionamiento. Los servidores públicos tienen que ganarse la confianza, y los responsables políticos tienen que, de alguna forma, impulsar que los servidores públicos realicen sus funciones, que evalúen su rendimiento, que presenten resultados ante las personas. Es un tema complejo, porque tampoco a los ministros les gustan que les evalúen a sus funcionarios porque, si salen mal, a lo mejor salen ellos mal evaluados. Pero la sociedad tiene derecho a exigir un rendimiento adecuado, una prestación de servicios adecuada.

-¿Aunque esté mal pagado el funcionario?

-Si usted lo paga muy mal, el servicio es muy malo. Si usted lo paga mejor, el servicio puede ir mejorando. Lo puede ver en las fuerzas de seguridad y en otras situaciones.

-¿Para tener mejor sector público hay que pagar mejor a los funcionarios?

-Los funcionarios públicos, al igual que cualquiera de los profesionales, tienen que estar bien pagados. Si son mal pagados, destinan su tiempo y sus vivencias a realizar otro tipo de actuación. Hay que pagar mejor a los empleados públicos, y al mismo tiempo, hay que exigir mejores rendimientos. Para eso hay que tener un compromiso político, políticas de Estado: que mi ministerio funcione bien y preste los servicios a tiempo.

-Usted habla de la profesionalización del funcionario. ¿Cómo lo logramos?

-Tenemos que hablar de qué personas deberían acceder al sector público. ¿Qué hacen los países desarrollados? Seleccionan a los funcionarios públicos con base en el mérito y la capacidad: el conocimiento y la realización, la actuación. Tenemos a los mejores al servicio del Estado, con sus categorías adecuadas. Cuando usted va a un hospital le gusta que el médico sea ua persona con experiencia, buena forma de hacer las cosas, que sea un experto. Eso lo podemos extender al maestro y cualquiera de los empleados públicos. Para eso es necesario que haya un sistema selectivo adecuado, con méritos y con capacidad. Lo negativo es que los seleccionemos en virtud de ser miembros de nuestro partido, de ser miembros de nuestra etnia o nuestra cultural, o por ser un vecino nuestro. El patrimonialismo, el amiguismo…Tiene miles de nombres ese sistema. Y eso era razonable en el siglo XIX, cuando los Estados estaban en proceso de formación. Pero hoy los Estados administran cosas sofisticadas. Es muy sofisticado hacer cualquier actuación de carácter público. Y para eso no le sirve a usted cualquiera. Le sirven personas que saben de las actuaciones, que conocen la legislación, que conocen la actuación, que conocen las demandas y la forma de hacer las cosas.

-¿Hay que empezar de cero? En el caso venezolano muchos se han ido.

-Pero también hay muchos que están. Hemos dado clases a muchas personas procedentes de alcaldías modestas, pequeñas, y están preparadas, y muchas de ellas tienen una gran voluntad de servicio. Es lo más importante. Es importante que no pongamos a las personas que nosotros queremos, sino a las que han sido seleccionadas por mérito y capacidad, que han sido seleccionadas por el sistema que cada país considere oportuno. Eso nos da garantía de conocimiento, servicio y dedicación.

-Se habla de reestructuración. ¿Tiene sentido pensar en reestructurar el sector público?

-Eso está relacionado con las opciones políticas. Tradicionalmente los políticos más neoliberales quieren un sector público más reducido. Los de mayor tendencia socialdemócrata quieren un sector público más desarrollado. En el CLAD nos parecen bien ambas actuaciones. Lo que sí queremos es que funcionen adecuadamente. Por eso hablaba de que un servicio público puede prestarse directa o indirectamente. Muchos países prefieren que lo preste la iniciativa privada, pero controlada por el Estado; y otras opciones prefieren que lo preste el Estado. Lo importante es que funcione bien. Pero no es tan fácil realizar la inspección, por parte del Estado, de las actuaciones que prestan las empresas privadas. A mí me ha tocado. Las razones por las que se realizan determinadas actuaciones son muy sofisticadas, no es tan fácil entrar y modificar. Pero una adecuada atención a la prestación del servicio genera un mejor servicio. ¿Funciona peor si está en manos del Estado? En absoluto. Hay unas grandes empresas que funcionan muy bien.

-Cada cierto tiempo empieza esa tendencia.

-A lo largo del siglo XX hemos dado pasos hacia un lado y hacia otro.- Ahora estamos en un paso de fortalecimiento del sector público por la pandemia. En unos países es más, en otros es menos.

Velázquez no parece ser un hombre de corbata ni de formalidades. Alguien que decidió colocar cristales donde había paredes macizas evidentemente espera hacer de la transparencia un ejemplo cotidiano. Sin embargo, el autor de «El burócrata disruptivo» pregunta si debe ponerse corbata para la fotografía.

-Usted habla de un burócrata disruptivo. ¿Existe?

-Claro que existe. Yo mismo soy un burócrata disruptivo. La burocracia se funda a finales del siglo XIX; tiene un gran teórico, que es Max Weber. Y cuando uno lee esas cosas, están todavía vigentes. La burocracia se rige por unas normas y una forma de hacer las cosas. Si usted no las cambia nunca, se dice «las cosas se hacen de esta manera», y encuentra resistencia. La disrupción significa eso: que los poderes públicos incrementen y auspicien la disrupción, la forma distinta de hacer las cosas. Con frecuencia el ciudadano está disconforme con el funcionamiento de la administración; entonces busquemos desde dentro la forma de hacer mejor las cosas. Cuando los funcionarios tienen una cola de 400 personas, el jefe no es solo para decir que vayan más de prisa, sino para reunir a los funcionarios y preguntar a quién se le ocurre otro sistema, y estoy seguro de que a alguien se le ocurre algo. Eso es disrupción: ver lo que no funciona bien y ver cuál es la mejor forma de hacerlo funcionar. En la Carta de Innovación en la Administración Pública planteamos que los funcionarios tengan el tiempo, una vez a la semana, para plantear a sus superiores las ideas locas. ¿Por qué no abrimos otra ventana? A lo mejor con un foco tenemos bastante, o llega a la conclusión de que sería bueno tener otra gran ventana. Así, por ejemplo, una de las formas más tradicionales de mejorar el servicio público es modificando los impresos, o quitando los impresos. Muchas veces digo que el mejor impreso es el que no existe. La idea es buscar cosas nuevas para un mejor funcionamiento de la institución, y esto es aplicable a la administración pública y es aplicable a todas las empresas. Es la tendencia que tenemos.

Enlace de la entrevista, aquí.