Una antigua y presente disyuntiva irresuelta: más Estado, menos Estado


“Tanto mercado como sea posible. Tanto Estado como sea necesario”, Willy Brandt.


La historia económica y política del siglo XX, en gran parte del mundo e incluso hasta nuestros días en Latinoamérica, estuvo marcada por la dicotomía entre dos grandes corrientes de pensamiento político, económico y social: el capitalismo y el socialismo, sin ahondar demasiado y a cuyas amplias definiciones y sus derivaciones me remito en honor a la brevedad que exige esta columna. Así durante décadas, estas dos teorías políticas compitieron entre sí por el control del poder, sobre todo desde las grandes potencias que dominaron el mundo, y por tanto la consecuente definición del modelo económico a seguir.

En esta histórica disputa, el rol de los Estados se transformó en un punto de contraste central, ya que mientras el socialismo, y todas sus derivaciones, proponía una mayor intervención estatal en la economía, el capitalismo defendía un papel limitado y fuertemente restringido del Estado en el Mercado. 

Así en los años de post guerra – de la Segunda Guerra Mundial – y en dicho contexto aparece la frase “Tanto Mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”, atribuida al político alemán social demócrata Willy Brandt, expresión que me ha cautivado desde nuestras épocas de estudiantes y que sintetiza la idea de que el Mercado y el Estado deben trabajar juntos de manera equilibrada para alcanzar un desarrollo sostenible y una vida digna para nuestras sociedades o bien, como ya hemos expresado en columnas anteriores, en busca del “buen vivir” de los ciudadanos.

Para lograr una comprensión cabal de esta frase, aún de gran actualidad en la discusión política – económica de nuestros países, resulta imprescindible contextualizarla en la vida, pensamiento y acción de Brant, quien se desempeñó como canciller de Alemania entre 1969 y 1974, años en los que impulsó importantes reformas sociales y económicas que transformaron definitivamente la sociedad alemana, en tanto bregaba por una política de desarme y distención de los conflictos y tensiones de la Guerra Fría, propiciando una decidida cooperación internacional para resolver los grandes problemas globales.

La frase, que adquirió dimensión internacional, se constituyó en una perfecta síntesis del equilibrio adecuado y necesario entre la libertad económica que permita el desarrollo de las fuerzas productivas y el bienestar social, al que el crecimiento económico y desarrollo sostenible deben contribuir. En otras palabras y términos más actuales, el mercado debe ser libre para operar e impulsar el desarrollo económico, pero sujeto e inteligentemente controlado por normas y regulaciones estatales que protejan a los ciudadanos y los recursos naturales de los abusos y explotación desmedida. Es decir que el Estado, desde sus funciones indelegables, debe intervenir en la economía cuanto sea necesario para asegurar y garantizar que todos los ciudadanos tengas acceso a los bienes y servicios básicos para alcanzar el tan ansiado bienestar general.

Por tanto la falsa disyuntiva de más o menos Estado se relativiza ante la premisa de que tanto el mercado como el estado son dos actores fundamentales en la economía de cualquier país y por tanto debe actuar no de manera enfrentada o antagónica sino de forma coordinada y complementaria, en tanto, desde una concepción muy básica, el mercado es un sistema de intercambio libre que se rige por la fuerza de la oferta y demanda, mientras que el estado es una institución que se encarga de regular el mercado y de garantizar la equidad en la distribución y asignación de recursos.

El equilibrio entre estos dos actores centrales, implica reconocer que el mercado es fundamental para garantizar la generación de recursos de manera óptima y eficiente en el uso de los bienes intermedios y productivos en una economía, pero también hay que reconocer que el mercado puede generar grandes inequidades y una desmedida concentración de recursos y de poder que pueden dañar el entramado social y excluir a grandes sectores sociales. En tanto que el Estado tiene un papel fundamental en la protección de derechos y la promoción del bien común y bienestar general, sin embargo un exceso en su poder de regulación e intromisión desmedida en las libertades individuales puede provocar costos innecesarios, grandes espacios grises para el desarrollo de la corrupción y limitar el desarrollo económico sostenible, entre otras muchas consecuencias de un estado sobredimensionado, lento y ineficiente.

Por otro lado, la intervención del Estado puede ser necesaria para asegurar la igualdad de oportunidades o para controlar los monopolios en sectores estratégicos, como la energía y otros servicios públicos esenciales. Sin embargo, una excesiva intervención estatal podría afectar la libertad económica, desincentivar la producción y ahuyentar la inversión extranjera. 

En este sentido, Argentina se ha caracterizado durante décadas por políticas estatistas y excesivas regulaciones que han entorpecido y obstaculizado la libre competencia y el acceso al mercado. Si bien no ha sido un proceso lineal y a lo largo de nuestra historia hemos tenidos avances y retrocesos en la liberalización de la fuerzas productivas del mercado, lo cierto es que aún persisten barreras al comercio y restricciones a la inversión interna y externa, limitando el potencial de crecimiento y generación de empleo genuino y de calidad. 

Es por ello que urge encontrar un equilibrio, atrayendo inversiones extranjeras, generando las condiciones para la inversión interna, promover el emprendedurismo, apoyar las economías de base y regionales, la economía social y solidaria, impulsar las economías B y Verde, y la innovación para aumentar la competitividad y liberar todo el potencial productivo de nuestro país, con toda la fuerza del Mercado y bajo la atenta mirada del Estado. Pero al mismo tiempo es necesario mantener un marco de regulación estatal que proteja a los consumidores y asegure la calidad de los servicios básicos, como ya hemos expresado, promoviendo además la especialización y el intercambio de bienes y servicios, la cooperación estratégica y la innovación en tanto en el sector privado, como en el sector público.

En síntesis, la frase que nos convoca: “Tanto Mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario” nos llama a encontrar un equilibrio como sociedad y un adecuado balance entre el mercado y el Estado, de manera que se puedan aprovechar las virtudes de estas históricas y antiquísimas instituciones, maximizando sus bondades y beneficios y reduciendo sus defectos y debilidades. 

Esto en la práctica implica un Estado que regula y supervisa al mercado, pero que al mismos tiempo permite que sus fuerzas y mecanismos operen con libertad en la medida de lo posible, y de igual manera resulta en un mercado que funciona de manera eficiente y competitiva, pero que al mismo tiempo está regulado y controlado para asegurar que se cumplan con los objetivos políticos, sociales y económicos del desarrollo sostenible.

Artículo disponible en El Auditor.