Administraciones y futuras pandemias



Los informes sobre el comportamiento de los gobiernos durante la pandemia que ha costado ya la vida a 17,1 millones de personas deben ser aprovechados para la crítica, que siempre deja asomar nuevas formas de hacer las cosas y corrige errores, pero especialmente para extraer conclusiones que permitan avanzar y prepararnos para futuras dificultades. Los errores han sido importantes, tanto por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) como de todos los gobiernos, pero probablemente eran inevitables, dada la novedad y la angustiosa situación de los países. Pero, quizás, lo más importante es que podamos sacar conclusiones que nos permitan seguir en el camino del progreso.

Cuando señalamos la necesidad de tener pensamiento estratégico por parte de los directivos públicos estamos pensando en ello. Si meditamos en las posibilidades, si dibujamos escenarios inusuales y preparamos al personal para circunstancias adversas, estaremos en el camino adecuado. De hecho, ya México y otros países recuerdan de forma insistente y después de haberlo estudiado concienzudamente, cual debe ser el comportamiento ciudadano ante un seísmo.

En estos días, dos sucesos de esta naturaleza en Iberoamérica, el seísmo de México en un día nefasto de la historia de estos en ese país y un nuevo huracán en Puerto Rico y República Dominicana, muestran la importancia de la preparación de las administraciones ante desastres con frecuencia recurrentes.

La gestión del riesgo viene siendo estudiada desde hace décadas y en su relación con las crisis y los terremotos se le denomina Gestión de desastres. Afortunadamente en muchos países existe una conciencia acusada en relación con estos temas hasta tal punto que la resiliencia, procedente de estos campos de la gestión pública, se ha hecho una competencia directiva que a todos ellos conviene.

El debate sobre los desastres es antiguo. Voltaire y Rousseau ya polemizaron amigablemente sobre el terremoto de Lisboa: “La naturaleza no construyó allí 20.000 casas de 6 a 7 pisos, (…) si los habitantes de esta gran ciudad hubieran vivido menos hacinados, con mayor igualdad y modestia, los estragos del terremoto hubieran sido menores, o quizá inexistentes”. (Rousseau, 1755).

De forma magistral, el pensador francés vino a poner de manifiesto que la intervención humana es determinante en la contención o incremento de las consecuencias de los fenómenos naturales o de las epidemias.

En  las conclusiones del último informe de la Comisión de The Lancet, elaborado por 28 expertos mundiales y en el que ha participado Jeffrey Sachs, se considera que todos los esfuerzos por combatir la crisis sanitaria se vieron obstaculizados por la falta de cooperación internacional y por una “epidemia de desinformación”. Todos fuimos testigos asombrados de los vaivenes decisionales de las primeras semanas. “Y murieron porque tardó en llegar la vacuna, porque no hubo políticas adecuadas como consecuencia del edadismo, es decir, la discriminación por edad”, ha indicado Kalache exdirector de la OMS. (La Nación 18/9/22).

Se aconseja en el documento de los expertos, también, reforzar los sistemas sanitarios  y adoptar planes nacionales, con medidas para mejorar la vigilancia de nuevas variantes, proteger a los grupos más vulnerables y crear entornos más seguros invirtiendo en ventilación y filtración. Finalmente, el informe avisa de que construir un futuro más resistente requiere una inversión mayor y más eficaz para potenciar los sistemas sanitarios de los países en desarrollo, lo que costaría unos 60.000 millones de dólares anuales (0,1% del producto interno bruto de los países de renta alta).

La creación de un FIF (Fondo Financiero de Intermediación (FIF) —a cargo del Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud— con el financiamiento suficiente, podría lograr avances para preparar al mundo para la próxima pandemia, pero solo si lo acompañan reformas importantes al marco del financiamiento de las iniciativas para la salud mundial. (Mariana Mazucatto,22). En otras palabras, coordinarse más, invertir de forma suficiente y efectuar reformas que permitan mayor eficacia.

En la pandemia, junto a comportamientos heroicos de servidores públicos, esencialmente de los ámbitos de la salud pública y sanitaria, pueden recogerse actuaciones responsables de los poderes públicos y lamentablemente, irregularidades en algunos países que han hecho decrecer aún más la confianza de los ciudadanos .

Como puede comprobarse revisando la actuación de los diferentes gobiernos de la región, hay algunas decisiones adoptadas por todos, que deberían servir de base a comportamientos futuros de forma científica, con el fin de que la actuación sea más efectiva, como señala Aguilar (2022).

Algunas propuestas:

  • -Protocolizar en las áreas de salud y hospitales públicos la actuación inmediata, pero con la suficiente flexibilidad para que el cumplimiento de éstos no se convierta en una rémora.
  • -Establecer cooperación inmediata con la sanidad privada.
  • -Educar a la población, como se hace en numerosos países asiáticos,sobre la importancia de las medidas de prevención.
  • -Negociar con las empresas privadas farmacéuticas de forma conjunta entre diversos países (como ha hecho la UE) con el fin de reducir el impacto financiero.
  • -Establecer sistemas de apoyo a la OMS.

Desde luego, nuevas pandemias vendrán y hay que estar preparados. En el siglo XVIII, los enciclopedistas franceses ya mostraron que los rezos no fueron suficientes. Hoy, las administraciones deben prevenir las dificultades como forma de paliar sus daños.

Artículo disponible en El Nacional.