El asesinato de Orlando José Mera, ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales de la República Dominicana, ha conmocionado a la opinión pública. Trae a la actualidad que, en el ejercicio de su función política, hay personas que se entregan al desempeño de sus actividades con honradez y energía, de forma que su quehacer se basa en el cumplimiento estricto de las leyes, sin importarle gran cosa que algunas personas no puedan desarrollar sus negocios o proyectos por incompatibilidad con la legislación. Este parece ser el caso del ministro Mera, miembro de una importante familia dominicana de políticos del Partido Revolucionario Moderno, actualmente en el poder, cuyo padre fue presidente de la República.
Es una época en la que la desconfianza ciudadana con los políticos parece muy extendida, según señalan los análisis que formulan la crítica a las élites y su liderazgo e indican el fracaso de las élites que han conducido los gobiernos en la última década, donde cae a la mitad su aprobación. (Latinobarómetro, 2021)
En los nuevos capítulos de la serie Borgen (Netflix), probablemente una de las mejores que se han realizado en los últimos años sobre la actividad política, se refleja con claridad esta relación entre políticos y altos funcionarios, especialmente en lo que se refiere al papel de cada uno, incluyendo la capacidad de los altos funcionarios de convencer a la ministra de nuevos proyectos, o de la mejor manera de resolver los obstáculos para alcanzar las metas del programa electoral. En algún momento, uno de los altos funcionarios le pregunta al jefe de todos ellos, funcionario como él, sobre si tuviera que escoger entre los intereses de la ministra y los del ministerio, cuál debería ser la opción elegida. Sin inmutarse, la respuesta: sin duda los del ministerio. Es un elemento más para la reflexión no exenta de humor en esta relación, cuyo cénit estuvo en los libros de Sí, ministro de Lynn y Jay.
Esta situación, que revela la inmensa sofisticación de la toma de decisiones políticas, en países como Dinamarca, que necesita del consejo de quienes son competentes y experimentados servidores públicos, puede servir de ejemplo para que los países fortalezcan la alta dirección pública. Esta es necesaria para la toma de decisiones adecuadas por parte del político y afianzadora de la confianza ciudadana en la administración pública, porque comprueba que las decisiones se toman no como reflejo de ocurrencias súbitas, sino como producto de análisis concienzudos que tienen en cuenta múltiples factores.
Es este uno de los elementos que sirven para enjuiciar la calidad del gobierno, que se mide por su efectividad, así como por el respeto a las virtudes del gobierno abierto (transparencia, rendición de cuentas y participación), que constituye el camino más acertado para la innovación acelerada en la que vivimos.
En Naciones Unidas se ha insistido en el tema en su reunión del mes de abril: La calidad del gobierno también exige el fortalecimiento de la confianza entre las personas designadas para ocupar cargos políticos o los responsables de la toma de decisiones y los funcionarios públicos para que haya innovación y una eficaz prestación de los servicios. (Comité expertos ONU, 2022)
La colaboración entre políticos y altos funcionarios aparece como el requisito para la generación de políticas públicas efectivas que producen soluciones, que los ciudadanos agradecen con un acercamiento a los líderes políticos y mejora de la confianza.
Entre los políticos hay evidentemente todo tipo de perfiles. Un ejemplo paradigmático puede ser el primer ministro británico Johnson, que parece que ha caído en desgracia después del Partygate. Un escándalo ha sacudido la política británica: el primer ministro y miembros de su personal han sido acusados de violar repetidas veces las reglas de confinamiento durante la epidemia de COVID. Quizás por ello, el sociólogo norteamericano Richard Sennett ha afirmado que la clase política se está degradando progresivamente. Cuanto menos capaces son quienes se meten en política, más egoístas y narcisistas son. (Sennett, 2022)
Sin embargo, hay también modelos positivos de colaboración en la resolución de las políticas públicas, que no son precisamente los ministros encargados de la seguridad que intentan ser aprendices de brujo o aquellos que ensayan sustituir a los expertos en las explicaciones al electorado. Al político al frente de una organización pública, sea nacional, regional o local, le corresponde la dirección de los asuntos y la decisión última de la alternativa que se ha de escoger, pero no la realización efectiva de la política pública, que tiene expertos con conocimientos muy sofisticados. Como dejó escrito Baltasar Gracián, la grandeza del superior nunca disminuyó por la competencia del subordinado. (Gracián, 1647).
En la política hay muy honradas personas, como parece demostrar el caso del ministro dominicano. Sirva su recuerdo para reivindicar que hay muchos hombres y mujeres de buena voluntad que pretenden mejorar la vida de sus conciudadanos mediante la actividad política. Conviene reconocerlo para huir del tópico malicioso que encarcela a todos los políticos en epítetos peyorativos.
Artículo disponible en El Nacional.