Los ‘panitas’


A los panitas les quedó grande la tarea de proyectar a Colombia como una potencia futbolística.

No hay mucho que explicar. La práctica eliminación de Colombia del Mundial de Catar no es otra cosa que el resultado de esa cultura del atajo en que la primacía de los derechos sobre los deberes se ha impuesto en el país.

La historia comienza con un grupo de jóvenes con todos los talentos, experiencia y condiciones posibles, que son llamados a hacer parte de un ambicioso proyecto de 10 años para convertir a Colombia en una potencia futbolística. Y el Mundial de Catar 2022 era apenas la primera estación.

Carlos Queiroz es contratado para conducir ese proceso, que arranca con los recursos necesarios. Pero después de los primeros partidos, las tensiones y los conflictos estallan. La exigencia de transformar talentosos jugadores en atletas competitivos, que era condición del éxito, se convierte en problema. Lo que el portugués no sabía era que los valores y patrones de comportamiento que rigen a los jugadores en los clubes no son los mismos de la selección Colombia.

Me explico. La conversión de un habilidoso atacante en un atleta de alta competencia implica cambios y mayores exigencias. Eso los futbolistas lo han vivido en sus clubes. Y como todos sus compañeros de todas las nacionalidades están en lo mismo, pues han tenido que aguantar en silencio semejante palazo.

Pero cuando llegan a la selección, todos son panitas. Aquí, la exigencia ya no puede ser la misma. Se aguanta en el frío europeo, pero no en el calor de Barranquilla. Aquí, la exigencia se convierte en molestia. Lo que les interesa es mostrar sus cabriolas, sus habilidades innatas. Dicen que a los panitas no se les puede pedir lo que no pueden ser. No son alemanes, ni franceses o ingleses con los que está tratando. Son los panitas a los que no se les puede exigir demasiado.

La solución estaba en sacar al técnico. Dos partidos malos, y listo. No importaba que los puntos se perdieran. Con ese técnico no querían más. La derrota 3-0 en casa, con una de las más débiles selecciones del Uruguay en las últimas décadas, y el 6-1 contra Ecuador en Quito sacaron a Queiroz. Para los panitas, seis puntos no eran nada y 9 goles en contra, menos. Para ellos, eso se recuperaba rápido. Lo que contaba era sacar al técnico. Además, con una dirigencia en la Federación tan asustadiza como enredada en un cúmulo de escándalos judiciales y negocios particulares, no había problema si se paraba la selección.

El nuevo técnico asumió la dirección de un grupo que, según los expertos, estaba fracturado y con la moral en el piso (¿de verdad?). De entrada, excluyó a la estrella diciendo que los llamados deberían estar al 500 % en la selección. Luego hubo muchas promesas y muchos anuncios de exigencia. Pero al final, pocos resultados.

La exigencia del 500 % se había vuelto en su contra. Los seis puntos perdidos y los 9 goles encajados se convirtieron en el muro que los bloquea. La necesidad de no perder se transformó en una angustia colectiva. Se olvidó que también se podía ganar. Y, como cualquier panita que se respete, las disculpas salen a flote. Sobre todo, las del técnico. Pero la cadena de errores ya no se pudo detener. Se ensayaron todas las fórmulas, se intentaron todas las alternativas, y nada.

Los panitas, que se seguían destacando en sus clubes en Europa o Suramérica, cuando llegaban a la selección se convertían en un manojo de nervios, comenzando por el técnico. La camiseta les pesaba. Ni los resultados que fecha tras fecha los mantenía clasificados ni la cara de angustia del técnico ayudaban.

Así, fieles a una cultura en la que valen los derechos pero no los deberes, a los panitas les quedó grande la tarea de proyectar a Colombia como una potencia futbolística. Nunca pudieron entender que en Barranquilla también hay que dejar de ser habilidosos futbolistas para convertirse en atletas de alta competencia, si quieren ganar. Porque no solo se están jugando su futuro, sino también con el sueño de un país: ver su bandera en la más importante de las justas deportivas, un mundial de fútbol.

Artículo disponible en El Tiempo.