Razones para el optimismo


Si no sucede una catástrofe, el entrante presidente pasará una cómoda Navidad, gracias a la economía.

El año no podría iniciarse con mejores expectativas. Nunca en la historia habíamos estado tan cerca de alcanzar un crecimiento cercano a dos dígitos. Lograr un aumento del 9,5 % en el PIB en 2021 es un muy buen resultado. No faltará quien diga que es un crecimiento normal para una economía que viene de una caída tan fuerte. Pero para que una economía rebote, también necesita de buenas medidas de política. Sin duda, el aumento del gasto público y la baja de las tasas de interés, por cuenta del Banco de la República, fueron las bases sobre las que se recuperó la economía en 2020 y creció para 2021.

Las perspectivas para 2022 son muy buenas. Pese a que se trata de un año de cambio presidencial, se espera un crecimiento del PIB del 5 % al finalizar este año, con una tasa de desempleo que regresa a un dígito y una inflación del 4,5. Si se considera que Colombia ha sido un país en el que, cualquiera sea la orientación política del nuevo presidente, el manejo de la economía ha sido relativamente prudente y responsable, pues no habría que preocuparse porque las previsiones no se cumplan. Incluso, frente al nerviosismo sobre una presión inflacionaria, la experticia demostrada por el Banco de la República en el manejo del problema permite pensar que el nivel de precios estará bajo control. De manera que, si no sucede una catástrofe, el entrante presidente pasará una cómoda Navidad, gracias a la economía.

El desafío está en que, mientras todo esto evoluciona de manera más o menos estable, el nuevo Gobierno (como todos los nuevos gobiernos) debe resolver cómo, a partir de 2023, va a financiar el déficit fiscal que en 2021 puede llegar al 7,5 % del PIB (un punto y medio menos del 9 % proyectado), y una deuda externa que sobrepasa el 60 % del producto interno. Es decir, debe pensar en cuáles son los gastos que debe recortar y cuál debe ser la estructura de contribución en impuestos que las personas y las empresas deben hacer.

La decisión no es de poca monta. Cerca de 8 millones de hogares (el Dane dice que son 24’700.000 colombianos) que el año pasado recibieron 12 billones de pesos en transferencias monetarias y esperan seguirlas recibiendo en 2023. ¿Qué va a pasar con los 4,1 millones de hogares (son 12’700.000 personas) que este año recibirán 7,2 billones por el programa Ingreso Solidario, que termina el 31 de diciembre de 2022?

La coyuntura de cambio presidencial es propicia para que el nuevo Gobierno busque un gran acuerdo político que resuelva el problema fiscal a mediano y largo plazo. Y, sobre todo, para que aborde temas como: ¿es viable un país que hace transferencias monetarias a más de 29 millones de colombianos? ¿Eso es sostenible? ¿Hasta cuándo? ¿No valdrá la pena pensar en una opción productiva más eficiente y realista? ¿No será mejor hacer una gran apuesta con la agricultura y promover una revolución educativa de proporciones? El problema de las transferencias monetarias está en que propician una capacidad de consumo que no es real; que no saca de la pobreza a nadie; y a la que nadie está dispuesto a renunciar, así le toque recurrir a la fuerza, como ha sucedido en otros países.

Es evidente que una solución fácil y sin costos políticos no está disponible para el nuevo Gobierno. Financiar el déficit con deuda del exterior le puede significar un tiro en el pie, sobre todo en unos mercados financieros tan inestables como los que estamos observando; recurrir a la emisión de dinero es una opción que cambia la pistola por unas cucharaditas de cianuro. La opción que queda es ir al Congreso. Bien con una reforma estructural que resuelve el problema definitivamente, pero a un costo político alto; o con una reformita en la que hay que hacer ciertas concesiones, pero que resuelve transitoriamente el problema, como lo han hecho todos. Pero seguiremos con la espina en el pie. Mientras, el Gobierno entrante no tendrá mucho de qué preocuparse. El legado que recibe le permitirá moverse cómodamente los dos primeros años de gobierno. Feliz año para todos.

Artículo disponible en El Tiempo.