La ‘revolución pingüina’: La victoria de Boric expide su carta de jubilación. Una jubilación amarga decretada en 2006.


La victoria de Gabriel Boric comienza en 2006, cuando los estudiantes de secundaria de Chile, vestidos con su uniforme de chaqueta oscura, camisa blanca y corbata (por eso los llaman ‘pingüinos’), salen a la calle a exigir una educación pública gratuita y de calidad. Era la época en que el país austral era ejemplo por su cobertura de la educación, o por el nivel de vida de su clase media, o por la oferta de futuro que ofrecían las aseguradoras de fondos de pensiones (AFP).

Pero el ejemplo, no era real. Detrás del 100 % de cobertura en educación, había un país con infraestructuras educativas deficientes, currículos atrasados y profesores mal pagos; detrás del bienestar social estaba una clase media que se endeudaba para mantener su consumo; y detrás de las AFP había una población jubilada en la que 8 de cada 10 personas recibe una pensión, inferior al salario mínimo.

El problema era tal que, al mes de posesionarse Michelle Bachelet en la presidencia, en abril de 2006 los estudiantes del Liceo Carlos Cousiño del municipio de Lota, en el centro de Chile, se toman las instalaciones de su colegio en protesta por la precariedad en que vivía. Su indignación por las inundaciones del que comienzan a llamar el Liceo «acuático», sumada a las protestas por las medidas que limitaban su acceso a los descuentos en el transporte público, o que los excluían de los mejores colegios o universidades, provocó la más grande movilización estudiantil en la historia de ese país. Más de 600.000 jóvenes, cuyos líderes no superaban los 18 años, ponen al Gobierno contra la pared. Su reclamo por educación gratuita y de calidad, en medio de tomas de colegios y duros enfrentamientos callejeros, obligan a Bachelet, antes de cumplir sus primeros 100 días de gobierno, a cambiar a su jefe político y ministro de Interior, y a los ministros de Economía y Educación.

Es el colofón de un proceso que ha tenido en los ‘pingüinos’ de 2006 su semilla, y en los universitarios de 2011 y 2019 a sus promotores, que, junto con las familias agobiadas, votaron por el cambio.

Pero, cinco años después, al ver que los cambios no se producen, en 2011, Camila Vallejo, Gabriel Boric, Giorgio Jackson y Karol Cariola lideran una movilización universitaria que desestabiliza al gobierno de Piñera. La toma de las calles y de establecimientos públicos (incluyendo el canal del Congreso), obligan al Gobierno y al Congreso a expedir reformas y leyes que, por tibias, resultan insuficientes. La ruptura con los partidos tradicionales quedó servida, y los estudiantes deciden entrar en la política con sus propios movimientos y partidos.

En 2013, los líderes estudiantiles de 2011 son elegidos como diputados. Jackson lo hace a través de Revolución Democrática, partido que fundó en enero de 2012. Boric, como líder de Izquierda Autónoma y luego con el Movimiento Autonomista, con el que participa en la creación del Frente Amplio. Su coalición con el Partido Comunista (a través de la lista Apruebo Dignidad) no solo le permite ganar 28 escaños en la Constituyente y, semanas después, las presidenciales. También le deja servida la mesa para liderar los 82 escaños de la Constituyente que comparten con él la propuesta de estatizar la economía, superar el extractivismo, instaurar la plurinacionalidad, profundizar derechos laborales y acabar con las AFP. Es un poder real que está ahí para cuando el nuevo presidente lo necesite.

Es el colofón de un proceso que ha tenido en los ‘pingüinos’ de 2006 su semilla, y en los universitarios de 2011 y 2019 a sus promotores, que, junto con las familias agobiadas por el endeudamiento y sin garantía de futuro gracias a las AFP, han preferido votar por el cambio, ante la mala calidad de las políticas sociales.

Mientras todo ocurría, el Partido Socialista y la democracia cristiana se derrumban ante el avance de los estudiantes. El miedo de la centroizquierda a comprometerse con las reformas, o de la centroderecha a decir muy claro que no las va a hacer, les impidió reaccionar cuando la gente les exigía avanzar con reformas o asumir el liderazgo cuando Piñera no supo responder. La victoria de Boric expide su carta de jubilación. Una jubilación amarga decretada en 2006 por la ‘Revolución de los pingüinos’.