Los efectos del teletrabajo en la administración pública


El hecho de que el home office tenga hasta el momento una evaluación positiva, no implica que sea ideal para todos

La Administración Pública Nacional funcionó desde el 20 de marzo de 2020 hasta el 1° de septiembre de 2021 en formato teletrabajo.

Como todo fenómeno externo y persistente a una administración, la pandemia y las medidas que se adoptaron para adaptarse y enfrentarla dejarán sus huellas no solo desde el punto de vista sanitario y del drama de los más de 100.000 muertos, sino también desde la aparición y estabilización de nuevas rutinas. Todo fenómeno que obliga a cambiar las reglas de juego y rutinas laborales y sociales -por un lapso considerable- produce efectos persistentes.

Algunos de los aspectos positivos del teletrabajo -reconocidos por los estudios existentes- son: el aumento de productividad laboral, la revisión de la utilidad de ciertos procesos, el ahorro de tiempo y de gastos por desplazamientos, la protección del medio ambiente, el aumento de la satisfacción laboral, la disponibilidad de tiempo libre y la atención de responsabilidades del ámbito privado o familiar.
Teletrabajo

Pero también se notan aspectos negativos: un mayor aislamiento profesional en desmedro de la dimensión colectiva del trabajo, inconvenientes para el desarrollo de carreras y formación, un menor compromiso laboral, un exceso en la cantidad de horas trabajadas; riesgos de precarización, informalidad y explotación; sesgos de clase y género; trastornos físicos y psicológicos producto del estrés y las dificultades para la desconexión y la combinación de la vida privada con las obligaciones laborales.

El balance de los primeros efectos del teletrabajo es positivo, porque permitió que mucha gente siguiera trabajando desde sus casas y la Administración Pública pudo seguir funcionando con un esquema reducido, pero operativo.

Uno de los primeros efectos que aparece como comprobado es la distinción entre tareas que son teletrabajables y las que no lo son. Y lo mismo podemos señalar respecto de las jefaturas y agentes públicos que supieron adaptarse o que no.

En relación a los costos de la infraestructura del puesto de trabajo, el teletrabajo podría disminuir los costos para los empleadores, dado que se demostró que -en algunos casos- no se necesitan oficinas tan grandes y que éstas tampoco tendrían que estar concentradas en el centro de la ciudad, es decir, que sería posible implementar una cierta descentralización.

Con respecto a las reuniones de trabajo, la videoconferencia funciona perfectamente y está para quedarse, ahorrando tiempos y permitiendo hacer -incluso- reuniones más grandes y con gente que está en otras ciudades o países. Esto haría que no fuera necesario viajar a otras jurisdicciones, lo que produciría un ahorro de viáticos y un mejor uso de los tiempos.

También se van a modificar en forma permanente los procesos de trabajo, porque la pandemia se transformó en una auditoría de los mismos. Nunca antes estuvieron todos (administradores y administrados) frente al mismo fenómeno que los obligó a adaptar -y pensar- sus conductas y rutinas.

Si bien la carga laboral diaria no habría aumentado con el teletrabajo, el nivel de concentración del teletrabajador podría ser mayor que el que tenía en las oficinas que compartía con otros colegas.

En relación a la distribución de días de trabajo presencial y virtual en la semana laboral, la experiencia del teletrabajo en otros países habría demostrado que con días presenciales estratégicamente distribuidos (dos o tres veces por semana) la coordinación general de tareas puede realizarse perfectamente, e incluso, evita la “invisibilización” de ciertos agentes.

Pero el hecho de que el teletrabajo tenga hasta el momento una evaluación positiva, no implica que sea ideal para todos. Por ejemplo, las mujeres y hombres con hijos menores a cargo reconocen el enorme potencial de la herramienta, pero señalan también lo complicado que resulta teletrabajar con sus hijos en casa, hecho que cambia con el retorno a la presencialidad escolar.

Podemos decir que existe una “coalición de apoyo” al trabajo remoto y sus principales argumentos son: no perder tiempo y dinero para ir y volver al trabajo, la recuperación de cierta autonomía personal y una cierta regulación de horarios.

Es innegable que el factor que permitió cierto éxito del teletrabajo ha sido la tecnología: Internet, el expediente electrónico, la videoconferencia, Whatsapp, etc. La tecnología es imprescindible, pero no es neutral y tiene claros efectos. Se puede buscar un direccionamiento participativo del proceso tecnológico, pero si lo abandonamos a su propia lógica, puede provocar más afectados que beneficiados.

Artículo disponible en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/los-efectos-del-teletrabajo-en-la-administracion-publica-nid30092021/